Puedes escuchar el episodio desde aquí:

Un día, aparecieron en mi vida unos pies tan bonitos y especiales que marcarían mi camino para siempre.

No son los únicos pies bonitos y especiales en mi vida, porque 22 meses después llegaron otros que me enseñarían tanto como los primeros, pero de manera diferente.

Pero aquellos pies, los primeros, llevaban consigo una malformación que empezó marcando una gran diferencia.

Esos pies tan bonitos dejé de verlos durante cinco semanas, y puedo asegurarte que esas semanas, entonces, fueron una eternidad.

Recuerdo volver a verlos y acariciarlos, y sorprenderme de cuánto habían cambiado. Habían crecido, porque cinco semanas para un recién nacido, es mucho tiempo.

Esto son momentos que recuerdo con cierta melancolía, porque quería besar esos pies y en su lugar me encontraba con la escayola.

Pero a esa escayola también le doy las gracias.

El agradecimiento más grande, porque ha hecho posible que mi hijo hoy, pueda caminar casi perfecto.

Y el casi sólo es cuestión de tiempo.

Y el tiempo sólo son días.

Gracias por escuchar este segundo episodio del Podcast de Mis Pies Zambos.

Me siento feliz compartiendo estos momentos y este aprendizaje contigo. Gracias por estar ahí, al otro lado.

Soy Tere González Buetas y hoy voy a hablarte de cómo fue nuestra experiencia en el día a día con las escayolas, de qué lo diferencia, y de la tortícolis congénita con la que nació mi hijo.

Ahora que ya sabes cómo es un pie con la malformación, puedes hacerte una idea de lo que implicaría que un niño no recibiera tratamiento.

Ya te conté cómo vivimos esa primera visita y cómo nos sentimos… Fue duro, sí. ¿Pero mereció la pena? ¡Claro!

Aunque para serte sincera, si hoy volviera para atrás cambiaría muchas cosas. Sí. Pero eso es la vida… Ahí va el aprendizaje.

Pero no quiero que te quedes con eso, porque no suele ser así. Y si tu bebé llora mucho (demasiado) revisa qué puede estar mal.

Quizás le aprietan mucho las escayolas o es otra cosa, pero sobre todo, hazte caso a ti.

Haz caso a tu instinto.

Una de las cosas que marca la diferencia las semanas de escayolas es que durante ese tiempo no puedes ver las piernas y los pies de tu bebé, que va creciendo.

No puedes tocar esa parte de su cuerpo, ni sentirlo… Yo a veces sentía como si su cuerpo tuviera dos partes, la parte que sientes y la que no.

Mi sensación era como si esa parte no fuera de él, también porque esa zona incluía no sólo las escayolas, sino el pañal de frejka, una férula de plástico que cubre toda la zona de las caderas y pelvis y que, mediante unos tirantes, hace que sus piernas estén abiertas en una posición.

Así que quizás la sensación que tuve yo no la tengan otros padres, o no la hayan sentido tanto.

Me faltó ese piel con piel, sentir sus pies pataleando sobre mí… Esa sensación maravillosa para el bebé y para la madre. No lo tuvimos. Y eso lo eché de menos con él.

Otra cosa que tampoco puedes vivir con tu bebé durante la fase de las escayolas es el baño.

Que sí, que no es algo importante, que no es vital, lo sé lo sé… pero son momentos que te apetece mucho vivir, y que no suceden… Tienes que esperar.

Durante estas semanas no puedes bañar a tu bebé, te conformas pasándole una esponjita por el resto de su cuerpo.

Sé que hay hospitales que ofrecen la posibilidad de que puedas bañar a tu bebé durante el cambio de escayola, pero claro, es un baño rápido en un pequeño lavabo… no es lo mismo…

En nuestro caso lo que hacían era limpiarlo ellas mismas al quitarle la escayola, rotarle el pie y volver a enyesar.

De verdad, cuando terminamos la fase de escayola sentimos una emoción inmensa de verle sus pies y sus piernas, de cuánto habían crecido, cuánto habían cambiado… y de poder bañarlo.

Otra cosa es las expectativas que nosotros teníamos con su primer baño… y la realidad.

A nuestro pequeñín no le gustó nada. Pero nada nada. Así que fue un baño visto y no visto, más estresante que otra cosa.

Pero así es la vida.

¿Y el peso? ¿Cómo pesan a nuestro bebé durante esta fase?

Pues se tiene que hacer de forma estimada en la mayoría de los casos.

Lo que hacíamos nosotros era llevar a la pediatra las escayolas una vez se las quitaban, y así descontaban el peso de las escayolas del peso del niño con las escayolas puestas.

Porque claro, a un recién nacido se le pesa cada semana, y cada semana llevaba sus escayolas puestas.

Creo que en algún hospital donde llevan al niño también en pediatría se coordinan para tener el peso exacto, pero ese no fue nuestro caso, puesto que estamos hablando de centros diferentes, ubicados hasta en distinta provincia.

¿Y la ropa? ¿Cómo podemos vestir a nuestro bebé?

Pues mira, esta es una de las cosas en las que no pensé cuando fuimos a nuestra primera cita con traumatología.

Como no pensé en que saldríamos de allí con las escayolas puestas, ni mucho menos pensé en qué ropa llevaría al salir de allí.

Pero como fui con un recién nacido, que mamaba mucho y se hacía mucha caca y manchaba mucha ropa, pues sí llevé ropa de repuesto.

No sé por qué no me había hecho a la idea de que saldríamos de allí con las escayolas hasta las ingles.

Sí, lo sabía, lo había leído… De la poquísima información que obtuve esa sí la leí, pero no la integré.

La cuestión es que fui allí sin pensar en que mi pequeñín saldría con las dos piernas escayoladas enteras… y sin pensar en que el trajecito que llevaba no le cabría.

Era febrero, así que hacía frío. En verano esta parte es más sencilla, aunque te encuentras con otras desventajas (como el calor que producen las escayolas).

Así que cuando terminaron de escayolarle me encontré con que ya no podía ponerle la misma ropa con la que había ido.

Afortunadamente llevaba dos trajecitos más y uno de ellos le cabía.

Y esa es otra realidad.

No es algo complicado de solucionar, pero a partir de entonces los peleles fueron una talla más grande. Así que la parte de arriba siempre le iba un pelín grande.

Fueron cinco semanas de escayolas. La corrección fue buena y nos dijeron que no era preciso hacerle la tenotomía del tendón de Aquiles.

Esa es la siguiente fase del Método Ponseti.

Después de la corrección de los pies mediante la manipulación y escayolado, viene la tenotomía del tendón de Aquiles, que es un pequeño cortecito percutáneo que se realiza para conseguir la corrección completa.

Voy a leer lo que escribió respecto a esto el Dr. Ponseti en una publicación:

“Antes de poner el último yeso, el tendón de Aquiles puede cortarse percutáneamente para conseguir la corrección completa del equino. El tendón Aquiles, a diferencia de otros ligamentos del tarso que se pueden estirar dada su estructura, está hecho de fibras muy densas de colágeno que no permiten ser estiradas. El último yeso se mantiene 3 semanas para permitir la regeneración completa y sin casi cicatriz del Aquiles”.

Se trata de una intervención sencilla que no precisa de anestesia general, aunque existen hospitales que sí la realizan con esta anestesia por sus protocolos internos al tratarse de niños pequeños.

Después de esta intervención se escayola y se mantiene durante 3 semanas.

Y a partir de entonces, sí, empezamos la siguiente fase: la férula de abducción.

En nuestro caso le pusimos la férula de abducción después de quitarle la quinta escayola.

Pero eso ya te lo explicaré en otro episodio…

Tortícolis congénita

A todo esto, cuando nació mi hijo lo estuvieron valorando porque diagnosticaron que tenía tortícolis congénita, ya que solía poner la cabecita un poquito inclinada.

Esa tendencia es algo bastante común, el tema es que no sabían si era tortícolis o sólo que prefería estar así.

Estuvimos yendo dos veces por semana a rehabilitación durante sus dos primeros meses, querían asegurarse. Y al final fue que no, que no había tortícolis, porque no existía ninguna limitación física para girar la cabeza completamente hacia el otro lado. Sólo que mi hijo prefería una determinada posición.

La verdad es que creo que al nacer con pies zambos quisieron asegurarse bien. Es más, quisieron mantener las revisiones de los pies durante los primeros años, a aún cuando lo estaban llevando en Traumatología. Y eso es algo que agradezco.

De estas sesiones de rehabilitación, aunque supusieron mucho trastorno y esfuerzo porque había que combinarlas con su visita a traumatología, pediatra, enfermera y mis visitas a la matrona… pues a pesar de ello las recuerdo con gratitud.

Fue maravillosa la atención y la empatía y cariño que mostraron siempre. Y si había que parar la sesión para que mi hijo se pusiera al pecho, se paraba.

Me queda una sensación de mucho cariño y de mucho agradecimiento por mi parte hacia todas ellas.

También te voy a ser sincera, lo del cuello no es algo que me preocupara porque yo lo veía bien. Y porque las mismas fisioterapeutas y médico rehabilitadora me decían que creían que no era tortícolis.

Sí me preocupó un poquito más, aunque no demasiado, la displasia de cadera.

Se dio cuenta la pediatra en la primera revisión, así que en la siguiente visita a traumatología lo valoraron y le hicieron una radiografía. Efectivamente, tenía displasia de cadera.

Pero en este tema entraré en profundidad en el siguiente episodio, porque me gustaría explicártelo en detalle.

Así que por hoy lo voy a dejar aquí.

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Feliz semana 🙂


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