Esperando a que lo operen

Parece fácil, ¿verdad?

Desde fuera sí.

Pero no lo es. Y sé que va a ir todo bien. Lo sé. Pero es mi hijo, mi chiquitín. El otro día cumplió seis años. Es todavía tan pequeño…

Y hoy quiero escribirte para explicarte cómo me siento.

No sé si has pasado por esto o me estás leyendo porque también van a operar a tu peque.

Los días de espera ante cualquier operación son difíciles… pero cuando a quien van a operar es a tu hijo, la cosa cambia y se vuelve más difícil. Mucho más difícil. Porque te cambiarías por él sin dudarlo, y pasarías todo ese maldito proceso para que él no sufriese y siguiese disfrutando de su niñez sin ningún trastorno.

Ya hace mucho tiempo que sabemos que hay que operar, te lo expliqué en el post La recidiva ha terminado en operación y realmente estamos preparados para ello, y ansiosos, porque como se ha retrasado tanto ahora mi hijo camina muy mal, se cansa muchísimo, le cuesta un mundo bajar las escaleras y le duelen los pies… los tiene fatal.

Y eso que, gracias a las sesiones de fisioterapia cada quince días, lo hemos ido sobrellevando… pero los tendones dejaron de crecer. Sobre todo el del pie de derecho.

Y ante eso, ya no hay más que hacer.

Gracias a la fisioterapia, a todo este año y pico de fisioterapia… va a ser una operación más sencilla de lo que iba a ser en un principio, Pero no deja de ser una operación (*esto es lo que nos dijeron, pero en realidad ahora sé que la cirugía es la misma, una transposición de los tendones tibiales anteriores. Es la solución ante una recidiva en el pie zambo).

Y es una operación con anestesia general.

Una operación de la que va a salir con dolores, como de cualquier intervención, con malestar…

Y yo tengo miedo. Estoy asustada.

¿Cómo lleva mi hijo este periodo de espera antes de la operación?

Pues él lo lleva bien.

En casa lo hemos llevado todo siempre con mucha naturalidad, hemos hablado del tema con relativa franqueza (obviando detalles que pudieran generarle miedo o ansiedad).

Tiene asumida su realidad. Y su realidad es que no puede correr como los otros niños, que camina mal, que cada día camina más lento y se cansa más, que bajar las escaleras le supone un tremendo esfuerzo y tiene miedo a caerse.

Su realidad es que le duelen los pies, como ya te conté en el post Mamá, me duelen los pies. Dolor en pies zambos , y no se queja, porque está acostumbrado al dolor.

Su realidad es que tiene la musculatura de sus piernas menos desarrollada, y él es consciente. Es consciente de que tiene menos fuerza que sus compañeros, cada vez que chuta el balón. Y ya no quiere jugar al fútbol.

Y esta es su realidad. Una realidad que tiene integrada y asumida desde hace mucho tiempo.

Está esperando esa operación para poder llevar una vida normal, aquella que llevaba hasta hace un par de años.

Sin embargo, cuando le hicieron el preoperatorio, creo que fue consciente de lo que implicaba. De que no era tumbarse en la camilla y sufrir algo. Los pinchazos le dolieron, aunque estuvo callado, sin llorar, y aguantó como un campeón… Pero fue consciente de que aquello no le gustaba.

Y estuvo varios días preguntándome si la operación le dolería. Y yo le dije que no, porque le iban a anestesiar.

A él le preocupaba despertarse en mitad de la operación, porque como suele despertarse y no duerme bien, pues debió pensar que la anestesia no era de fiar.

Pero al final, poniéndole ejemplos cercanos como el mío o el de mi padre, conseguí que se quedara tranquilo en ese sentido.

Pero después vino otra pregunta: ¿me volverán a pinchar?

¿Y qué puedo decir? Pues que sí.

Y le entró miedo. Le entró mucho miedo. Y le tranquilicé, y le dije que seguramente le dolería poco o como le había dolido el preoperatorio, pero sólo un momentito, porque se quedaría dormido.

¿Y qué más podía decirle en ese momento, cuando veía que cada vez estaba más asustado?

Llegará el día… porque cuando lleguemos al hospital le tendrán que poner la vía. Y no sé mucho más, pero sé que algo de mal le harán. También sé que es fuerte y que si le pinchan bien no sufrirá o sufrirá muy poco.

Pero ahí también entra la persona que pinche, y las prisas y empatía que tenga con el niño.

Y en el preoperatorio no fue así. Parecía una cadena de montaje, uno detrás de otro, sin empatía alguna con los niños, y sin dejar que sus padres entráramos con ellos. Y eso sí me sienta mal. Porque mis hijos llevan muchísimo mejor el dolor conmigo. (*Aquí quiero mencionar el derecho fundamental que tienen todos los menores en estar acompañados en estas situaciones, en realidad no pueden obligar a que los niños estén solos, ni hospitales, ni centros de salud, ni consultas privadas, ni dentistas…).

Por desgracia esto sucede más de lo que debería, por comodidad del personal… y sin pensar en el bienestar de los niños.

Pero ese es otro tema… Ahora sólo me centro en dejar todo preparado para la operación.

Porque ahora sí, lo operan ya.

En el siguiente post te explicaré cómo fue todo.

Mil gracias por estar siempre ahí. Contigo es mucho más fácil.

Feliz día y feliz vida

Seguimos caminando


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