Este post lo escribo gracias a un comentario de Meli en el post «Lo que creí que no haría mi hijo… Y que sí ha podido hacer» en el que me realizó una serie de preguntas que voy a tratar de contestar a través de este post. Como resulta un poco largo lo voy a hacer en dos post, en este hablaré de cómo me sentí (nos sentimos) cuando vi por primera vez a mi hijo, y en el siguiente post te contaré lo que compré antes de su nacimiento y cómo fue la ropita que llevó durante toda la corrección (Preparar la llegada del bebé: recomendaciones)
Mi hijo nació 26 horas después de romper la bolsa.
Tuvieron que sacármelo mediante ventosa después de que la matrona (hosca y de mala leche) me rompiese una costilla y me hiciese una episiotomía tremenda.
Además de eso, tuvieron que inflarme a oxitocina y me venían las contracciones de riñones, con ganas de vomitar.
Tengo un muy mal recuerdo de ese parto. Así que cuando mi hijo nació fue un «por fin…» lastimero lo que sentí, más que una emoción intensa por el esperadísimo nacimiento de mi primer hijo.
Sus pies no me preocuparon en ese momento.
Pero tengo que decir que tardé en verlos bien, ya que mi pequeñín se enganchó a mi pecho y tardó muchísimo en soltarse.
Yo apenas me podía mover y me costaba un mundo levantarme de la cama, tampoco podía sentarme (tardé casi un mes en poder sentarme bien), con esto quiero decir que sus primeros pañales los cambió mi marido.
Yo lo contemplaba, sí, mucho, de hecho recuerdo nuestra primera noche sin dormir, y la segunda… Prefería observarlo, respirarlo… Yo estaba pletórica de amor por él.
El traumatólogo del hospital donde nació lo revisó pocas horas después de su nacimiento, y enseguida nos comunicó lo que yo ya sabía, que sus pies no eran reducibles y que tendrían que tratarlo en un hospital a unas dos horas de mi localidad.
Y que quedaría bien, pero que fuéramos conscientes que eso nos exigiría muchos viajes.
Sí, claro, estábamos dispuestos a todo por nuestro chiquitín. Esa primera visita de su tratamiento fue toda una odisea como conté en este post.
¿Cómo me sentí?
Realmente no sentí miedo ni preocupación. Ya no.
Veía a mi niño bien, su estado de salud era bueno y lo único que tenía era que había nacido con los pies equinovaros, y eso todos los médicos me aseguraban que se corregiría sin problemas.
No sé si fueron las hormonas, la felicidad de tener a mi hijo en brazos o mi confianza absoluta en los profesionales que lo iban a tratar, pero la verdad es que no recuerdo esa preocupación.
Tampoco me asustó ni asombró verle sus pies, ya había visto fotos en internet, ya sabía lo que eran los pies equinovaros.
Yo sabía lo que me iba a encontrar, y eso me ayudó a sobrellevarlo todo de la mejor manera.
Creo que en ese momento no pensé en nada más que mi hijo estaba sano, y era lo más importante, así que me llené de amor por él y sólo pude disfrutar esos momentos únicos.
¿Y ellos cómo se sintieron?
Mi marido, igual que yo. Sabía cómo iba a nacer nuestro hijo. Se había informado y había visto fotografías de niños con pies zambos.
Sin embargo, a él sí le impactó, pero fue un segundo, cuando lo limpiaron después de nacer.
Quizás a mí no me llegó a impactar porque se los vi tumbada y no muy bien. Después de eso… sólo nos centramos en él, y los pies fueron algo secundario en los que apenas pensamos durante los dos días que estuvimos en el hospital.
Dimos tiempo al tiempo, intentando disfrutar de esos momentos.
El resto de familia… Cuando nos diagnosticaron que nuestro hijo tenía los pies equinovaros, decidimos contárselo sólo a la familia más cercana, no porque fuera un secreto, sino porque todavía no había nacido nuestro hijo y tampoco quisimos tener que estar dando explicaciones a todo el mundo.
Fuimos realistas y les contamos lo mismo que sabíamos nosotros, pero no se esperaban que estuvieran tan torcidos los pies. No sé si creyeron que estábamos exagerando (en un alarde de positivismo irreal) o confiaban en que el diagnóstico estuviese erróneo.
Así que tiempo después de que naciera, nos confesaron que cuando lo vieron por primera vez se les cayó el mundo a los pies. Les impactó.
El resto de personas realmente no los llegaron a ver, mi hijo nació en febrero, así que estaba muy tapadito. Y a los siete días ya habíamos iniciado la corrección y tenía puestas sus primeras escayolas.
Y, sí, de recién nacido a mí no me gustaba que vieran sus pies mas que las personas cercanas, no me apetecía que mi hijo fuera foco de comentarios (ya sé que con buenas intenciones, pero no me apetecía en absoluto).
Porque, a ver, una cosa era… y es que sus pies no pasaban desapercibidos. Primero con la deformidad, después con las escayolas y al fin con el aparato de corrección.
Y la gente miraba, preguntaba, se acercaba…
Poco a poco fui pasando de todo eso, y ahora lo llevo con una naturalidad tremenda.
Supongo que necesité mi tiempo para asimilarlo y aceptarlo, para que dejara de importarme lo que pudieran sentir o pensar los demás sobre los pies de mi hijo. Fue un proceso.
Sólo puedo decir que el nacimiento de mi hijo fue lo más maravilloso, que desde el primer instante lo amamos con locura, que es un niño maravilloso, inteligente y feliz. Y eso, a mi marido y a mí, nos hace muy pero que muy felices 🙂
Y esa siempre ha sido nuestra prioridad, que nuestro hijo sea feliz… Y en ello estamos y estaremos siempre.
Feliz día,
Contenido relacionado
Aunque os dijeran que se solucionaría, tener que ver escayolados sus piececitos debió de ser muy duro.
Sí, eso fue durísimo. No nos impresionaron sus pies deformados, pero lo de las escayolas, sí. Sobretodo porque íbamos pensando que sólo le escayolarían los pies, y escayolan toda la pierna. Gracias por tu comentario 🙂
🙂 ¡Un abrazo!
Otro para ti y Feliz Año 🙂
Ante todo feliz año a la familia!es súper tarde pero me ha llegado que habías escrito este post y lo he tenido que leer dos veces,muchas gracias de corazón, me gusta saber todo esto para mi es importante el saber de emociones y de lo que sentisteis, aunque cada embarazo cada persona y cada parto es un mundo pero tenemos algo en común que son esos pies. Por un momento me he trasladado allí con vosotros ese día tan especial..yo en la foto le veo a tu bebe los pies preciosos no me impresionan para nada pero verlos cuando nazca y sabiendo que es mi hijo no se como reaccionaremos,sólo esperó que ese amor pueda con todo,y sólo esperó verlo y tener esa sensación de que esté sano,y los pies sean algo secundario,pero todavía me queda un tiempo y me da miedo todo esto,lo mal que lo estoy pasando y no se lo que me quedara por pasar,me aterra! por eso te lo pedí que me contaras tu experiencia. Espero algún día poder decirte como esta mi bebe y poder agradecerte este apoyo que me estas dando con tan solo leer tu historia .un saludo y espero el otro post.besos
Muchas gracias por tu comentario, Meli, y feliz año igualmente. Ya verás como tú también estarás preparada. Eso sí, las sensaciones de pena en según que momentos del proceso no te las quitará nadie. Pero ya verás cómo al nacer sólo sentirás ese amor inmenso de madre, y muchas ganas de protegerlo. De protegerlo mucho. Me alegra poder ayudarte, ese es el premio más grande que tengo al compartir mi historia en el blog. Así que muchas gracias. Voy a preparar el siguiente post sobre la ropita, y ya sabes, cualquier duda o miedo que te surja, aquí me tienes para ayudarte en lo que pueda. Besos